martes, 2 de marzo de 2010

El Lazca, Heriberto Lazcano Lazcano

El Lazca, desde la infantería militar a jefe de Los Zetas, el nuevo Cártel


Staff / Agencia Reforma

Ciudad de México

Tiene debilidad por las mujeres rubias, afición por las carreras de caballos y en el último lustro se ha apasionado por otro deporte: la cacería de gacelas, cebras y animales exóticos en reservas de Coahuila y San Luis Potosí.
Nació en 1974 en Apan, Hidalgo, lugar célebre por sus pulques, y a los 17 años se inscribió en el Ejército, donde pensaba hacer una carrera en el arma de Infantería, pero siete años más tarde un ex militar lo convenció para convertirse en guardaespaldas y promover su baja voluntaria de las Fuerzas Armadas. Fue la decisión más importante de su vida, era 1998.



Hoy, Heriberto Lazcano Lazcano tiene 36 años, le dicen El Verdugo y maneja los hilos de más de 400 delincuentes que en 18 estados de la República han convertido en una industria al secuestro, la extorsión, el homicidio y la venta de droga. Por eso es el número uno de Los Zetas.
Diversas investigaciones ministeriales y fichas de corporaciones de México y Estados Unidos que siguen de cerca a El Lazca, lo refieren como el hombre que logró mantener un liderazgo en la organización, gracias a sus métodos brutales para contrarrestar a los enemigos y al régimen de disciplina interna: a los Zetas infractores los ejecuta o los “apanda” o los deja sin comer.
Aunque se trate de un amigo, Lazcano siempre ha separado a los negocios de sus relaciones personales y eso lo sabe Alfredo Rangel Buendía, El Chicles, uno de sus hombres de mayor confianza, quien un día le pidió dinero prestado para comprar fayuca y no le pagó en el tiempo convenido.
“Lazcano nos ordenó a todos los del Cártel del Golfo que matáramos a El Chicles, por lo que Iván Velásquez Caballero El Talibán, le dijo que se acercara a un punto de la colonia Madero en Nuevo Laredo, por lo que cuando llega El Chicles en un Sentra, lo enganchamos, es decir lo agarramos y lo íbamos a matar.
“Pero El Taliban habló con Lazcano y le dijo que él le iba a recuperar el dinero y que nada más lo castigara, a lo que Lazcano nos ordenó que lo tuviéramos amarrado un mes, ahí teníamos la orden de darle agua una vez al día y de comer una vez al día, para que no estuviera yendo seguido al baño”, declaró el testigo protegido Karen.
Desde la captura de Osiel Cárdenas en 2003, este hidalguense hizo emigrar a Los Zetas de las drogas a otros delitos, estableció nuevas jerarquías en imitación al Ejército, incluyó en sus huestes a kaibiles de Guatemala y decidió desplegar operaciones de asalto espectaculares para rescatar a sus cómplices.

Ingreso

El 27 de marzo de 1998, Lazcano obtuvo su baja del Ejército y con ello renunció a la carrera que había iniciado el 5 de junio de 1991 en la milicia. En siete años, según registros públicos de la Sedena, sólo logró un ascenso y sucedió el 5 de julio de 1993, a Cabo de Infantería.
El personaje que le persuadió a dejar las Fuerzas Armadas era otro militar que había desertado el 27 de septiembre de 1997, medio año antes que Lazcano. Se llamaba Arturo Guzmán Decena y a su vez había sido contratado por Osiel Cárdenas Guillén para que le organizara una especie de guardia pretoriana, pues estaría conformada sólo por ex militares. Guzmán se autodenominaba “Z-1”.
Este es el origen de Los Zetas, que deben su nombre al color azul zeta de los uniformes de los oficiales del Ejército.
El subteniente Alejandro Lucio Morales Betancourt “Z-2” fue subjefe de la agrupación delictiva hasta su captura, el 17 de noviembre de 2001. Al convertirse en el testigo protegido Yeraldine, relató que la primera tarea encomendada a Los Zetas fue la eliminación de los enemigos de Osiel.
Y desde ese momento, Lazcano se hizo distinguir frente a los demás.
Morales recuerda en un testimonio que precisamente en febrero de 1999 Osiel citó a Arturo Guzmán Decena “Z-1” en una casa de Reynosa y le encomendó juntar 20 pistoleros para asesinar a Rolando López Salinas El Rolys.
“Llegaron a una casa en Miguel Alemán ubicada sobre la calle Décima, no logrando dicho objetivo en virtud de que solamente ingresaron Arturo Guzmán y Lazcano, realizando disparos, pero fueron recibidos a balazos por la gente que se encontraba en ese lugar.
“Lazcano disparó a un tanque de gas provocando su explosión y ante esto salimos corriendo de dicho lugar... en esa ocasión hubo muertos en esa casa, pero la Policía Ministerial se encargó de ocultarlos y de que no se supiera nada”, dijo el 15 de febrero de 2002.
Por esas fechas, en marzo de 2002, Decena y Lazcano “cazaron” a cuatro policías municipales de Nuevo Laredo, que notaron que les seguían. Lo peor no fue que los torturaran y les hicieran confesar que trabajaban para la banda rival, la de Dionisio Román García El Chacho, operador de El Chapo Guzmán en esa frontera, sino que los incineraron.

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