martes, 23 de noviembre de 2010

Don Alejo Garza Tame

Cuando elementos de la Marina-Armada de México llegaron al rancho San José, en las inmediaciones de la presa Padilla, a 15 kilómetros de Ciudad Victoria, Tamaulipas, vieron un escenario desolador: la austera casona principal estaba semidestrozada por impactos de bala y explosiones de granadas.

En la parte exterior de la finca había cuatro cuerpos. Cautelosos, con las armas listas, exploraron los alrededores y encontraron dos sujetos más heridos e inconscientes.

En el interior de la casa había un solo cuerpo, el de Don Alejo, dueño de la finca y empresario maderero, con dos armas a su lado y prácticamente cosido a tiros.

La inspección del rancho reveló que en todas las puertas y ventanas había armas y casquillos. Eso les permitió imaginar cómo se dio la batalla horas antes.

Los efectivos de la Marina buscaron más cuerpos en el interior de la vivienda, pero no hallaron más. Les parecía difícil creer que una sola persona hubiera causado tantas bajas a las atacantes con fusiles y pistolas de caza deportiva.

Decenas de cartuchos percutidos y el olor a pólvora evidenciaban la fiereza de quien peleó hasta el final en defensa de su propiedad.

Al final entendieron que aquel hombre había diseñado su propia estrategia de defensa para pelear solo, colocando armas en todas las puertas y ventanas.

La historia comenzó a escribirse la mañana del sábado 13 de noviembre, cuando un grupo de hombres armados y amenazantes fue a darle un ultimátum a don Alejo Garza Tamez, dueño del rancho: tenía 24 horas para entregarles el predio o se atendría a las consecuencias.

Con la diplomacia de sus casi ocho décadas de vida, don Alejo les dijo que no les entregaría su propiedad. Y ahí estaría esperándolos, les dijo con llaneza.

Después del incidente, reunió a sus trabajadores y con tono grave y enérgico les pidió que al día siguiente no se presentaran a trabajar, que lo dejaran solo.

Durante ese sábado se dedicó a hacer un recuento de sus armas y municiones y a preparar la estrategia de defensa de su casa como si fuera un cuartel militar.

Dispuso armas en los flancos más débiles: las puertas y las ventanas del rancho. La noche del sábado 13 fue larga y sin sueño, como en sus mejores épocas de caza, pero amaneció temprano. Poco después de las 4 de la mañana los motores de varias camionetas se oyeron lejos.

Los marinos que exploraron el rancho pudieron imaginar cómo fue aquella madrugada, con gatilleros armados, seguros de la impunidad, seguros de que pronto tendrían en su haber otra propiedad. Nadie, o casi nadie, se resiste a un contingente de pistoleros que portan armas largas. Sólo don Alejo.

Las camionetas entraron al rancho y se apostaron frente a la finca. Sus ocupantes descendieron, lanzaron una ráfaga al aire y gritaron que venían a tomar posesión del rancho. Esperaban que la gente saliera aterrorizada y con las manos en alto.

Pero las cosas no salieron como esperaban. Don Alejo los recibió a balazos y pronto un ejército entero disparaba contra la vivienda principal de la finca. El ranchero parecía multiplicarse y los minutos debieron parecerles eternos a quienes habían visto en él una presa fácil. Cayeron varios forajidos y los demás, enojados y frustrados, arreciaron el ataque. De las armas largas, los sicarios pasaron a las granadas.

Cuando al fin llegó el silencio, el aire olía a pólvora. Los agujeros en los muros y ventanas de la estructura indicaban la violencia del ataque. Cuando entraron en busca de lo que suponían era un amplio contingente, les sorprendió hallar a uno solo. Don Alejo.

Los sicarios sobrevivientes hiceron un rápido reconocimiento del terreno y optaron por abandonar la plaza. No se apoderaron del rancho, porque pensaron que pronto llegarían los militares y prefirieron huir. Dejaron lo que creyeron eran seis cadáveres, pero dos pistoleros estaban heridos.

Poco después llegaron los infantes de Marina y, poco a poco, pacientemente, reconstruyeron los hechos. Un ranchero, un hombre que amaba su propiedad más que nada en el mundo la defendió literalmente hasta la muerte.

En la última cacería de su vida, don Alejo sorprendió al grupo de sicarios que quiso imponer en su rancho la ley de la selva, la misma que ni el poder del Estado ha podido controlar.

Los marinos presentes no olvidarán nunca el cuadro: un anciano de 77 años se llevó por delante a cuatro sicarios antes de morir peleando como el mejor soldado: con dignidad, honor y valentía.

Descanse en paz don Alejo Garza Tame

miércoles, 3 de marzo de 2010

El Narco En México

Mensaje para el Pueblo:

NO SE PREOCUPEN, NO SEAN PARANOICOS ESTO PRONTO SE VA ACABAR. ESTO UN REACOMODO. PRONTO SE VAN ACABAR LAS EXTORCIONES, SECUESTROS, DERECHO DE PISO. HABRÁ PAS SIN Z SE VIVIRA SIN MIEDO.

Pueblo, no nos tenga miedo, Nuestra gente esta completamente identificada.
Por eso decidimos rotular las trokas. Traen la leyenda de “C.D.G.” y “XXX M3 ”
XXX M3 = X CGD, X Gente del Chapito, X La Familia Mich., M3= M.P. al Servicio.

Están Rotuladas para que el ejército no nos cofunda y no confundirnos. ya que habido rencillas. en diferentes puntos.

Las trokas que no estén rotuladas o con una Z . son guarros o setillas. Nomás no se atraviese si ve balaceras, déjenos trabajar para erradicar esta basura.

La prensa esta callada por parte del acuerdo., le damos los aplausos al Grupo Reforma por este espacio no hay de otra. es la única forma.

Gente todo este pedo es por la nueva alianza entre el Chapo, CDG y la Familia. La gota que derramo el agua fue la presión de la sociedad por la muerte de los chavitos de la fiesta de Juárez y tantas otras chingaderas.

El protegido del gob. El chapito en conjunto con la nueva alianza se levantaron en armas para ching.. a los Z por que estos últimos han desvirtuado el negocio del trasiego de la droga. Con sus Levantones, Cobro de piso. etc. Últimamente con sus pendejadas, valiéndole madre la libertad y tranquilidad del pueblo mexicano.

El Chapito, CDG y la familia, en este acuerdo se va a respetar las plazas, no se van a cobrar mas cuotas, van a estar prohibido los secuestros entre otras ching.

Todo esto es por la alianza, en este acuerdo el Gob. Fed. Se comprometió a dar retirada al EJM (Ejercito Mexicano) en menos de 3 años. Siempre y cuando existan las condiciones y este controlado este pedo. Para así dar paso libre al negocio. sin violencia. ya que esto nos a pegado a todos. en cualquier forma.

Gente de Reynosa: NO Manden a sus hijos a la escuela. eviten salir, si no es importante. hasta nuevo aviso, ya saben lo que esta pasando en las calles.

Gente de Monterrey: Sigan sus vidas normalmente, pero estén al pendiente de cualquier situación no entren en paranoia.

Si la gente les quita la troka déjesela no exponga su vida de cualquier forma la recupera.

Gente quiten los vidrios polarizados, no se pasen, no ande quemando llanta por que se confunde.

Papas verifiquen a sus chiquillos. Jr. Cuiden que no se crean narcos. por que se confunde con la gente y le dan piso.

El Gob. y la prensa no están hablando o están virando las atenciones. esto esta acordado.
Estamos en “guerra” pronto pasara.

Si eres Z correle porque hay viene el monstruo.
Para los Guarros los granadazos son para que se alineen con la nueva.
Guera Barbie después sigues tu.

“Gente no se preocupe si esta “alineado” no hay pedo, pero si no Correle.”
Y Zetillas como ustedes dicen pónganse bien pilas por que la compañía ya valió.

Y no chillen con sus mantas, por que ya nadie los pela.

La Nueva FEDERACION

Aqui un video de una explicacion de lo que “Supuestamente”

Fuente: El Norte y Grupo Reforma


martes, 2 de marzo de 2010

Zetas

Los Zetas, el ejército de Osiel

Ricardo Ravelo / Proceso / Ciudad de México

Como él ansía todo el poder, un día de julio de 1998 analiza el affaire de su seguridad y concluye que debe crear un grupo de protección tan poderoso y efectivo que ni el propio Ejército pueda abatirlo. Así, inmerso en una atmósfera convulsa, surge el grupo armado Los Zetas, bien llamado el ejército del narco, para nutrir al engendro mafioso que es Osiel.
El momento que vive el país no puede ser más propicio para el surgimiento de Los Zetas. Quizás sin propónselo –o bien como parte de un proyecto maquinado desde el poder, eso tal vez nunca se sepa- el gobierno federal pone la primera piedra para que el cártel del Golfo cree su propio cerco de protección con hombres entrenados en la milicia. (…)
(…) El dique de contención, las estructuras policiacas, estalla, perforado por el dinero sucio. El panorama parece tan complicado como irreversible. Es tan oscuro este México de finales de los noventa que el presidente Ernesto Zedillo toma la decisión de echar mano del Ejército para enfrentar al crimen organizado. Sin embargo, no advierte que su determinación derivará en una pesadilla. (…)
(…) Al darse cuenta de la debilidad del Estado, al ver ante sus ojos un verdadero regalo del gobierno y que lo puede tomar con sólo extender sus manos, Arturo Guzmán Decena -expolicía federal, cómplice del capo-pone en marcha la estrategia que ha maquinado después de una conversación con Osiel. Con ofrecimientos millonarios –y privilegios que un militar jamás podría obtener en el Ejército, donde una élite acapara los beneficios y canonjías– los efectivos del Ejército son convencidos de algo que las propias autoridades tardaron en entender: que el narco paga mejor que el gobierno. Dura realidad, pero esa es la razón por la que muchos soldados desertan para engancharse en la aventura del narcotráfico.
Poco a poco, como hormigas que abandonan el agujero, decenas de soldados empiezan a desaparecer. De un día para otro ya no asisten a sus áreas de trabajo. El pase de lista obligado está plagado de silencios. Nadie responde al llamado del alto mando. La preocupación cunde por doquier. ¿Dónde están?, se preguntan una y otra vez los jefes castrenses. Por varios meses se piensa que fueron secuestrados o asesinados por la mafia. Las respuestas no llegan y la desesperación paraliza a los altos mandos de la Sedena, que deben rendir cuentas sobre el paradero de los soldados.
Con todos los conocimientos adquiridos en el Ejército, Guzmán Decena estructura otra milicia. El nombre de Los Zetas surge porque varios de los primeros militares que se incorporaron al cártel del Golfo estuvieron adscritos, en calidad de policías, a la base Zeta de Miguel Alemán, Tamaulipas. Otra versión establece que el nombre deriva de las claves que los integrantes de este grupo paramilitar utilizan para comunicarse y no ser detectados.
(…)
Así, el capo se convierte en el delincuente más protegido. Antes de que alguien intente tocarle un pelo o decida encararlo, debe derribar primero a esa poderosa muralla humana. A partir de este momento el cártel del Golfo ya no puede seguir considerándose como una organización más, que rueda con sus ejes engrasados alrededor del tráfico de drogas. Los Zetas permiten que el cártel del Golfo se posicione en la geografía mexicana con los instrumentos más cortantes: la violencia y el miedo. Ningún otro cártel dispone de una valla como ésa y nadie le puede competir a Osiel en el campo del narcotráfico.
Nadie sabe si en el origen de Los Zetas el propósito consistió en implicar de lleno al Ejército en el narcotráfico como un proyecto articulado por el Estado, de manera que sólo la Presidencia de la República manejara los hilos del narco. Lo cierto es que el proyecto de Ernesto Zedillo de involucrar a los militares en la lucha antidrogas da pie a ese paramilitarismo asociado con el narcotráfico y con la más tortuosa pesadilla que jamás haya vivido el país, cuya democracia flaquea porque sigue atada a una vieja dictadura: la del narco.
Pero a Osiel no parece importarle tanto el desgajamiento del país. Él quiere seguir perforando las estructuras del poder político para mantenerse impune. El caos es su mejor elemento para vivir. Con el cerco protector en su máximo esplendor puede moverse a sus anchas. Sabe que antes de que una mano criminal lo toque, el muro de protección atacará primero, se anticipará al plan asesino en su defensa. El monstruo criminal crecerá y sembrará terror. Su evolución es tremenda. Este grupo armado que despliega saña es el reflejo de la demencia de Osiel Cárdenas.
Los primeros miembros de Los Zetas no rebasan los 60 hombres de todas las estaturas y rangos militares. Casi todos tienen un rasgo en común: el rostro endurecido, en el semblante las grietas que provoca el castigo y el rigor de la milicia. En otros, brota de sus ojos el rencor, la frustración, y no pocos transpiran venganza, el vapor del odio que los quema por dentro.
(…)
Con el paso de los años, Los Zetas dejan de ser militares puros –algunos de ellos son asesinados, otros son detenidos– pero aún hoy conservan algo de su linaje castrense, que no se perdió ni con el crimen de su fundador, Arturo Guzmán Decena, el Z-1, perpetrado el 21 de noviembre de 2002 cuando departía desarmado en un restaurante de la calle Herrera y Nueve, de Matamoros.



Su lugar no puede ser ocupado por un improvisado. Por eso el trabajo se le encomienda a un militar de igual o mejor perfil que el propio Guzmán Decena. Su posición la toma entonces Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca o Z-3, metal forjado con las más altas temperaturas de la milicia, otro desertor del GAFE que también fue entrenado en diversas disciplinas y que hasta la fecha es inamovible como jefe de Los Zetas.



Durante su evolución Los Zetas llegan a tener cerca de 750 miembros. Con el paso del tiempo refuerzan su estructura con la incrustación de kaibiles, desertores del ejército de Guatemala que se suman al cártel del Golfo para imponer sus más sanguinarias prácticas de muerte: la tortura, la decapitación y el descuartizamiento. Amantes de la guerra, afinan tan bien su estrategia bélica, que logran infundir miedo, un paralizante miedo en todo el país y en particular entre sus rivales, quienes no tienen más opción que responder con la misma saña y con el mismo horror.
(…)
Con la incorporación de kaibiles no sólo se refuerzan los cimientos y las columnas que sostienen a Los Zetas, sino que también cambian las formas de asesinar en México. La ejecución tradicional realizada hasta entonces por un francotirador se vuelve práctica obsoleta. Los sicarios del cártel del Golfo que no son de extracción militar deben ahora decidir su futuro: incorporarse a otro cártel mostrando sus mejores credenciales como asesinos, quedarse desempleados o entrenarse para aprender a matar con mayor saña, como lo exigen las reglas de Los Zetas, quienes imponen el baño de sangre, lo mismo que la decapitación y el despedazamiento de personas. Cuando esta suerte de engendro bélico decide matar, las cabezas humanas ruedan por doquier. Entre algunos miembros de Los Zetas se cuenta que decapitan cuando las personas aún están con vida y –sólo las víctimas saben lo que ocurre en ese último segundo de su existencia–pueden tener conciencia de verse en ese estado.
Cortar cabezas se vuelve una fiebre que se extiende de Baja California a Quintana Roo. No hay una franja del territorio nacional donde no se cuente la historia de un decapitado. Cuando se trata de muertes violentas, como las del narco, los médicos forenses dejan de practicar las tradicionales necropsias para trabajar ahora con mayores dosis de horror: armar cuerpos con los despojos de que disponen. En el peor de los casos entregan a sus deudos cadáveres incompletos, sin extremidades superiores o inferiores; sin lengua si el difunto fue un soplón; sin manos si tomó algo indebido; sin ojos si miró lo que le prohibieron ver; sin pene si rebasó límites por el impulso afiebrado del deseo.

El Lazca, Heriberto Lazcano Lazcano

El Lazca, desde la infantería militar a jefe de Los Zetas, el nuevo Cártel


Staff / Agencia Reforma

Ciudad de México

Tiene debilidad por las mujeres rubias, afición por las carreras de caballos y en el último lustro se ha apasionado por otro deporte: la cacería de gacelas, cebras y animales exóticos en reservas de Coahuila y San Luis Potosí.
Nació en 1974 en Apan, Hidalgo, lugar célebre por sus pulques, y a los 17 años se inscribió en el Ejército, donde pensaba hacer una carrera en el arma de Infantería, pero siete años más tarde un ex militar lo convenció para convertirse en guardaespaldas y promover su baja voluntaria de las Fuerzas Armadas. Fue la decisión más importante de su vida, era 1998.



Hoy, Heriberto Lazcano Lazcano tiene 36 años, le dicen El Verdugo y maneja los hilos de más de 400 delincuentes que en 18 estados de la República han convertido en una industria al secuestro, la extorsión, el homicidio y la venta de droga. Por eso es el número uno de Los Zetas.
Diversas investigaciones ministeriales y fichas de corporaciones de México y Estados Unidos que siguen de cerca a El Lazca, lo refieren como el hombre que logró mantener un liderazgo en la organización, gracias a sus métodos brutales para contrarrestar a los enemigos y al régimen de disciplina interna: a los Zetas infractores los ejecuta o los “apanda” o los deja sin comer.
Aunque se trate de un amigo, Lazcano siempre ha separado a los negocios de sus relaciones personales y eso lo sabe Alfredo Rangel Buendía, El Chicles, uno de sus hombres de mayor confianza, quien un día le pidió dinero prestado para comprar fayuca y no le pagó en el tiempo convenido.
“Lazcano nos ordenó a todos los del Cártel del Golfo que matáramos a El Chicles, por lo que Iván Velásquez Caballero El Talibán, le dijo que se acercara a un punto de la colonia Madero en Nuevo Laredo, por lo que cuando llega El Chicles en un Sentra, lo enganchamos, es decir lo agarramos y lo íbamos a matar.
“Pero El Taliban habló con Lazcano y le dijo que él le iba a recuperar el dinero y que nada más lo castigara, a lo que Lazcano nos ordenó que lo tuviéramos amarrado un mes, ahí teníamos la orden de darle agua una vez al día y de comer una vez al día, para que no estuviera yendo seguido al baño”, declaró el testigo protegido Karen.
Desde la captura de Osiel Cárdenas en 2003, este hidalguense hizo emigrar a Los Zetas de las drogas a otros delitos, estableció nuevas jerarquías en imitación al Ejército, incluyó en sus huestes a kaibiles de Guatemala y decidió desplegar operaciones de asalto espectaculares para rescatar a sus cómplices.

Ingreso

El 27 de marzo de 1998, Lazcano obtuvo su baja del Ejército y con ello renunció a la carrera que había iniciado el 5 de junio de 1991 en la milicia. En siete años, según registros públicos de la Sedena, sólo logró un ascenso y sucedió el 5 de julio de 1993, a Cabo de Infantería.
El personaje que le persuadió a dejar las Fuerzas Armadas era otro militar que había desertado el 27 de septiembre de 1997, medio año antes que Lazcano. Se llamaba Arturo Guzmán Decena y a su vez había sido contratado por Osiel Cárdenas Guillén para que le organizara una especie de guardia pretoriana, pues estaría conformada sólo por ex militares. Guzmán se autodenominaba “Z-1”.
Este es el origen de Los Zetas, que deben su nombre al color azul zeta de los uniformes de los oficiales del Ejército.
El subteniente Alejandro Lucio Morales Betancourt “Z-2” fue subjefe de la agrupación delictiva hasta su captura, el 17 de noviembre de 2001. Al convertirse en el testigo protegido Yeraldine, relató que la primera tarea encomendada a Los Zetas fue la eliminación de los enemigos de Osiel.
Y desde ese momento, Lazcano se hizo distinguir frente a los demás.
Morales recuerda en un testimonio que precisamente en febrero de 1999 Osiel citó a Arturo Guzmán Decena “Z-1” en una casa de Reynosa y le encomendó juntar 20 pistoleros para asesinar a Rolando López Salinas El Rolys.
“Llegaron a una casa en Miguel Alemán ubicada sobre la calle Décima, no logrando dicho objetivo en virtud de que solamente ingresaron Arturo Guzmán y Lazcano, realizando disparos, pero fueron recibidos a balazos por la gente que se encontraba en ese lugar.
“Lazcano disparó a un tanque de gas provocando su explosión y ante esto salimos corriendo de dicho lugar... en esa ocasión hubo muertos en esa casa, pero la Policía Ministerial se encargó de ocultarlos y de que no se supiera nada”, dijo el 15 de febrero de 2002.
Por esas fechas, en marzo de 2002, Decena y Lazcano “cazaron” a cuatro policías municipales de Nuevo Laredo, que notaron que les seguían. Lo peor no fue que los torturaran y les hicieran confesar que trabajaban para la banda rival, la de Dionisio Román García El Chacho, operador de El Chapo Guzmán en esa frontera, sino que los incineraron.

jueves, 25 de febrero de 2010

Los desafíos de la narcocultura

Los desafíos de la narcocultura

Tomás Eloy Martínez

El siguiente artículo es el último que el recientemente fallecido autor argentino Tomás Eloy Martínez escribió para el diario The New York Times. En él acentúa la creciente influencia de la cultura del narcotráfico que incide en sociedades como la mexicana y colombiana; asimismo, propone como única salida a esa espiral de violencia la despenalización del uso de las drogas.
Esta colaboración muestra la lucidez y agudeza de una valiosa pluma que, sin duda, hará falta en la reflexión sobre los temas relevantes para las sociedades contemporáneas

Los novelistas van siempre un paso adelante de la realidad. Hacia 1930, el argentino Roberto Arlt vislumbró en sus dos grandes novelas, Los siete locos y Los lanzallamas, la madeja fascista que se cernía sobre las naciones jóvenes del sur. Así también ahora la guerra contra las drogas y el narcotráfico impregna buena parte de la literatura, sobre todo en Colombia y México, donde la cultura narco se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida.
Expandida como un virus, la cultura narco pone y derriba gobiernos, compra y vende conciencias, se toma la vida de las familias y ahora la vida de las naciones. La cultura narco es la cultura del nuevo milenio.
Todos los días las noticias arrojan cadáveres que se ordenan entre “decapitados” y “severamente mutilados”. Los sicarios ya no tienen una patria, sino que las invaden todas: el cartel de Sinaloa tiene laboratorios en la provincia de Buenos Aires, las bandas que actúan en las sombras imponen guerras en las favelas de Río de Janeiro o en las villas de San Martín, en España, o Boulogne, de Francia.
La traición, si se sospecha, se castiga con acciones mafiosas; si se prueba, con crímenes que traen más muertes, en una escalada de venganzas infinitas.
En su novela póstuma 2666, el novelista chileno Roberto Bolaño relató en toda su crudeza y horror los asesinatos de mujeres en Santa Teresa, transmutación literaria de Ciudad Juárez, enclave fronterizo con El Paso, Texas, donde desde hace décadas gobiernan la violencia y la impunidad. Esas muertes narran un crimen continuo, una historia de nunca acabar.
Un empresario poderoso que observa cómo su país está siendo minado por los narcotraficantes en complicidad con la corrupción del poder, decide ganarles “siendo más criminal que ellos” en la última novela del escritor mexicano Carlos Fuentes, Adán en Edén. La manera en que el dinero sucio del narcotráfico penetra en la sociedad provocó picos de rating en la versión para televisión de Sin tetas no hay paraíso, la historia en la que Gustavo Bolívar, escritor colombiano, cuenta cómo una joven de 17 años se prostituye para comprarse pechos más grandes y así acceder al círculo de los traficantes.
La lista viene amontonando títulos en sintonía con el ritmo en que avanzan la muerte y la corrupción por el continente: Rosario Tijeras, del colombiano Jorge Franco; La Reina del Sur, del escritor español Arturo Pérez-Reverte; Balas de plata, del mexicano Élmer Mendoza, o La virgen de los sicarios, del colombiano-mexicano Fernando Vallejo, son apenas unos pocos ejemplos con un denominador común: cada golpe al narcotráfico es devuelto con otro golpe aún mayor.Es lo que le ha ocurrido al presidente Álvaro Uribe en Colombia y ahora al presidente Felipe Calderón en México. Mientras tanto se destruyen personas, familias, pueblos, culturas. Cada día se hace más evidente que la guerra no es la solución al problema y que la única vía posible es enfrentarlo desde la raíz, es decir, desde la despenalización del consumo.
Las inteligencias más lúcidas del continente insisten en que es imperioso llegar a un acuerdo de cooperación entre traficantes y consumidores. Cuando se rompan esos pactos siniestros de silencio y dinero, y los expendios de droga salgan a la luz del día, como el alcohol después de la Ley Seca, quizás hasta los propios traficantes descubran las ventajas de trabajar dentro de la ley.
La despenalización avanza. España, que trata la drogadicción como un problema de salud, fue el primer país europeo en despenalizar el consumo de marihuana. La posesión para uso personal no es delito, aunque el consumo público está castigado con multas administrativas y su legislación contra el tráfico está entre las más severas de Europa.
Hace pocas semanas, y a contracorriente de una costumbre avalada por el ex presidente George W. Bush, la Administración de Barack Obama estableció que los fiscales federales no gastaran sus recursos en arrestar a personas que usan o suministran marihuana con fines medicinales.
Quizás el caso más conocido sea el de Holanda, donde en rigor es delito el consumo de cualquier sustancia prohibida. Sólo hay cierta consideración para el acceso a la mariguana en los llamados coffee shops, lugares reservados para la compra y consumo de menos de cinco gramos diarios.
En Argentina un fallo de la Corte Suprema de Justicia estableció que el consumo personal de mariguana no es un delito y también ha concentrado en un solo juzgado federal todo lo relacionado con el paco, un veneno barato que arrasa los círculos más pobres de la población.
¿Es la despenalización la cura de todos los males? El lenguaje de las armas demostró su fracaso y la historia ya escribió su ejemplo más contundente cuando en los Estados Unidos se prohibió el consumo de alcohol durante los 13 años que duró la Ley Seca.
La prohibición que comenzó el 17 de enero de 1920, lejos de hacer desaparecer el vicio, provocó la creación de un mercado negro del que surgieron todos los Al Capone, los Baby Face Nelson, los falsos héroes como Bonnie & Clyde y una legión de padrinos que sembraron el terror a sangre y fuego. Como era casi previsible, muy pronto la corrupción se apoderó de las conciencias policiales.
De los agentes encargados de velar por la prohibición, un 35 por ciento terminaron con sumarios abiertos por contrabando o complicidad con la mafia y, como era previsible, muy pronto aparecieron las estadísticas nefastas: 30 mil muertos y 100 mil personas resultaron víctimas de ceguera, parálisis y otras complicaciones por envenenamientos con el alcohol metílico y otros adulterantes, a los que recurrían los bebedores desesperados.
En 1933, cuando Franklin D. Roosevelt derogó la Ley Seca, el crimen violento descendió dos tercios. En Estados Unidos no se acabaron los borrachos, pero desaparecieron los Al Capone.
El arma más efectiva contra los jefes del narcotráfico es arruinarles el negocio. Y la única vía posible para hundirlos es legalizando el consumo. No se trata de alentar el consumo, sino de controlarlo mejor, invirtiendo en campañas efectivas de salud pública.

publicado en el diario El Sur Febrero 2010

lunes, 1 de febrero de 2010

Playeras

Ahora que en nuestro país proliferan las camisetas con mensajillos dizque jocosos y parodias a logotipos de marcas muy conocidas (diez años tarde por cierto), es momento de retomar con orgullo la tradicional prenda que muestra la tapa de un disco, sirve como testimonio del paso de una gira por cierto punto del globo, o anuncia de manera clara y directa un conjunto.



La camiseta oficial, representa en la actualidad muchas más ganancias para un grupo, que la venta de discos compactos y en algunos casos es más redituable que la venta de entradas para un concierto. Fabricarla tiene un costo aproximado de cinco dólares y quienes la adquieren pagan cerca de veinticinco.
Del precio al público, casi el cuarenta por ciento va a parar a manos del artista; en Estados Unidos existen compañías dedicadas a comprar los derechos de manufacturación de mercancía oficial de una banda (como MerchDirect); dependiendo el calibre del artista y el potencial de ventas que tenga, se le otorgan adelantos hasta por 400 mil dólares.



Con todo y las probadas bondades de la camiseta del rock (y aunque lleva décadas formando parte de la cultura pop), todavía encuentra en su camino algunos detractores. El peor de todos, el más dañino, el que desea exterminar esta forma de arte para siempre, son las madres de familia. A la mía, por ejemplo, le perturbaba en demasía mi camiseta con la tapa del álbum Dirty Rotten Filthy Stinkin' Rich, de Warrant, que solía ponerme en bautizos, bodas, funerales, festivales escolares y básicamente cualquier evento social donde hubiera que ir vestido. Harta de que su retoño portara la imagen de un gordo fumando billetes en el pecho, mi progenitora hizo como que se le perdía la mencionada prenda, la cual reencarnó, meses después, en un par de trapitos de cocina, monísimos.



Otro enemigo importante de la camiseta del rock lo encontramos en los sujetos que reciben y/o atienden en restaurantes "finos", de esos donde se come sentado y con cubiertos. No importa qué edad se tenga el personal de esos lugares siempre mirará con desconfianza al portador y le asignará la mesa más arrinconada posible para evitar que otros comenzales se escandalicen con el arte de tapa del And Justice For All. En realidad me parece que esos tipos son envidiosos y les encantaría pasar aunque fuera 24 horas con una camiseta del rock y no con el ridículo uniforme que la mayoría de las veces se les obliga a portar.
La sagrada prenda (fabricada casi siempre de algodón) provoca incomodidad en recepcionistas, personal de oficina, algunos médicos, ejecutivos, directores de colegio; y cuando el diseño involucra fuego, sangre o calaveras, las señoritas se asustan mucho.



Se trata de una frivolidad. Pero la camiseta de un grupo de rock que te gusta, sirve para ir por el mundo diciéndole, a cuanto transeúnte te encuentras, tus opiniones sobre la vida, el partido que has decidido tomar, a quién apoyas incondicionalmente, qué concierto te cambió la vida o qué disco estarías dispuesto a comprar cien veces si fuera necesario. Es una frivolidad, pero luego esas cosas hacen que la vida parezca menos complicada.

jueves, 28 de enero de 2010

Caleidoscopio_ Glup!




Una chica que no pida nada,
Un amigo que sea por siempre,
Un trabajo que dure al menos
Lo que tarde en pagar mis sueños

Una tasa de te con mis padres
A la orilla del calle calle
Un pasaje devuelta hacia atrás
Que me lleve a pasear donde niño
A mirarme a los ojos y tratar de entender
Que no era tan malo ser pobre

Un paseo de nuevo por el campo
Que tanto le gustaba a mi abuelo danilo

A veces quisiera quedarme
Sentado y no hacer nada
Pero algo me dice que te siga buscando
Más por mucho que busco no ahí nada

Hago más de cien canciones
Y de nada me sirve cantarlas
Si por mucho que quiera no tengo
A quien dedicarlas

Como quisiera amarte así de la forma más pura
Que exista, besos cien por ciento libres te toda prisa

Y yo no soy de los que andaban
Predicando que escuchaba a nirvana

Alguien me dijo un día
Todo lo que haces se paga
Pero nadie me dijo que el precio seria
Nunca haberme sentido tan solo

Sabes yo también me pongo triste
Cuando veo que el mundo es una mierda

El que dijo al mal tiempo buena cara
Tenía escondido en sus manos un paraguas
Yo no soy de los que piensan
Que un beso lo arregla todo

A veces quisiera quedarme
Sentado y no hacer nada
Pero cada segundo que pasa
Me siento más triste más lejos de casa

Hago más de cien canciones
Y de nada me sirve guardarlas
Si por mucho que quiera habrá
Siempre personas que nunca quieran escucharlas

Como quisiera amarte así
De la forma más pura que exista
Besos cien por ciento libres de toda prisa
Tus besos cien por ciento libres de toda prisa
Besos cien por ciento libres de toda prisa

Tus besos cien por ciento libres de toda prisa.

miércoles, 27 de enero de 2010

Enigma Norteño_ Amor de cuatro paredes



Desde el primer momento en que te vi,
me robaste la mirada, y como un loco te seguí
para ver cómo te hablaba y enamorado
quede de tu hermosura y tu mirada.
Nació un amor tan bonito
se entendieron nuestras almas,
y aunque no nos pertenecemos
en el amor no se manda.

Amor de 4 paredes nadie debe de saberlo
solo se que tu me quieres
yo por ti me estoy muriendo
y aunque pase lo que pase serás mía
aun que sea en silencio.

Seguimos Perdiendo La unica mujer




hoy me la he encontrado caminando
hoy me la he encontrado a la infeliz
que perdio el encanto
de todo mi pasado
que dificil es ver por venir
hoy me eh vuelto a sentir tan solo
creo recordar que fui feliz
la sonrisa suya era mi locura
que nunca jamas volvi a sentir

estoy perdido es la unica mujer que hay
y en mi delirio no creo poderla olvidar

estoy perdido es la unica mujer que hay
y en mi delirio no creo poderla olvidar

viernes, 1 de enero de 2010

Pablo Emilio Escobar Gaviria

(El Tablazo, vereda de Rionegro, 1 de diciembre de 1949 † Medellín, 2 de diciembre de 1993)

LA CAIDA


Un poco de Historia para aprender...


En la guerra contra Pablo Escobar, todo valía, incluso las alianzas con sus enemigos.
Durante años, los organismos antinarcóticos de Colombia e indirectamente de Estados Unidos, dependieron en buena parte de la información que les daban del mismísimo Cártel de Cali y de Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar). Pero ésa era una realidad incómoda para aceptar.


El jefe del Cártel de Cali, Miguel Rodríguez Orejuela, explicó en sus propias palabras lo que oficialmente ninguno de los gobiernos beneficiados había querido admitir. Rodríguez, declaró a la Fiscalía General de Colombia que en la búsqueda de Pablo Escobar "las altas autoridades siempre estuvieron enteradas de que éramos nosotros los que poníamos en conocimiento y a su servicio toda esta valiosa información, así como en algunas oportunidades algunos informantes que fueron utilizados por ellos".

Al hablar de altas autoridades, explicó Rodríguez, se debía entender los presidentes de la República Virgilio Barco (1986-1990) y César Gaviria (1990-1994). Desde ese día, el gobierno abrió sus radios a la frecuencias del Cartel y los miembros de esa organización recibieron una clave secreta para ser reconocidos en las comunicaciones... se llamarían Los Canarios.





Aquel jueves 2 de diciembre de 1993, Pablo Escobar Gaviria se despertó, como solía, un poco antes del mediodía. Comió un plato de espaguetis y echó su grueso cuerpo de nuevo en la cama; pero esta vez con el teléfono inalámbrico. Siempre había sido un hombre pesado, pero en su vida de prófugo había aumentado unos diez kilos, y todos en la zona abdominal.

Lo cierto es que "fugitivo" no describe la vida de Pablo con precisión. La mayor parte del día la pasaba tirado en la cama, comiendo, durmiendo y hablando por teléfono. Contrataba a prostitutas, la mayoría adolescentes, para matar el tiempo. No se podía comparar con las espléndidas orgías que montara en el pasado, pero su dinero y su notoriedad todavía le permitían ciertos lujos.


Siempre estaba solo, las únicas personas que estaban con él eran su mano derecha y guardaespaldas Limón, su mensajero Jaime Rúa y su cocinera Luz Mila.

Ese día Pablo Escobar trató de comunicarse con su familia por teléfono varias veces sin éxito, los operadores de las centrales telefónicas estaban advertidos de esta posibilidad y cada llamada era interceptada por miembros de Seguridad que estaban rastreando las señales. Cuando Pablo logra comunicarse con su hijo Juan Pablo, haciéndose pasar por periodista, los puestos de rastreo fijos de Centra Spike y el Bloque de Búsqueda habían localizado la señal, triangulado sus lecturas y calculado que provenían de Los Olivos, un pequeño barrio de casas de dos plantas y tejas en hileras de Tequendama.




Ni bien localizaron la procedencia de la señal, "Hugo" (un agente de seguridad que durante años siguió a Escobar) y su compañero se dirigieron al barrio y se apostaron frente a la hilera de casas de dos plantas. Nadie podía saber en cuál se encontraba Pablo. Varias veces subieron y bajaron por la calle. "Hugo" comenzó a observar las casas detenidamente, una por una.

Y entonces lo vio. Era un hombre gordo, de pelo negro largo ondulado y barba, asomado a la ventana de la segunda planta. Sólo había visto a Pablo en fotos y, salvo el bigote, siempre había estado bien afeitado, pero la policía sabía que se había dejado crecer la barba, y además el tipo estaba hablando por teléfono contemplando desde arriba el tráfico de la calle. El hombre se metió rápidamente en la casa.

Años de lucha, cientos de vidas perdidas, miles de redadas inútiles, incontables millones de dólares, de pistas falsas y de horas y hombres, todas las meteduras de pata, los fallos, las falsas alarmas... y allí estaba. Por fin.

Un solo hombre en un país de treinta y cinco millones de habitantes, una tarea literalmente más difícil que la de encontrar la aguja en el pajar.


Hugo había encontrado a ese hombre rico, despiadado y disciplinado, que por sí solo había tenido en su puño al submundo criminal de su país y de buena parte del planeta, durante casi dos décadas; un hombre que en aquella urbe de millones era adorado como una leyenda. Hugo le indicó al resto de los agentes cuál era la casa.

Hugo sabía bien que solamente él y otro vehículo estaban en posición. Estaba seguro de que Pablo los había visto y que sus pistoleros no tardarían en llegar. Los dos compañeros de Hugo saltaron del coche y se colocaron a ambos lados de la puerta principal. Hugo entró por el callejón, contando las casas dio con la parte trasera de la de Pablo. Muertos de miedo pero con las armas cargadas, esperaron. Fueron unos diez minutos.

La puerta principal era pesada, de hierro. Fueron necesarios varios golpes para derribar la puerta que los separaba de Pablo. Los hombres de seguridad entraron corriendo en la casa. De inmediato comenzaron a sonar los disparos. Limón saltó desde la ventana de atrás al tejado apenas el equipo de asalto hubo irrumpido por el frente. Limón saltó, cayó sobre las tejas y comenzó a correr, los hombres del Bloque de Búsqueda desplegados en el callejón detrás de la casa abrieron fuego.

Docenas de hombres con armas automáticas se habían apostado a todo lo largo de la calle, algunos de ellos de pie encima de sus vehículos para mejorar su posición de fuego. Un francotirador incluso había trepado al tejado de la casa contigua. Fué así que Limón recibió varios impactos mientras corría, y su propia inercia, unida a la de los disparos, hizo que cayera del tejado al césped.


El segundo en salir fue Pablo. Tras ver lo que le había sucedido a Limón, se mantuvo junto a uno de los muros, el cual le ofrecía algo de protección. El agente apostado en la casa de al lado no tenía el campo libre como para disparar, así que hubo una pausa en el tiroteo mientras Pablo se deslizaba hacia el callejón con la espalda pegada al muro. Ninguno de los policías en la calle podía verlo, pero al llegar al final del muro, Pablo vio su oportunidad y se dirigió hacia la cima del tejado, para saltar y refugiarse del otro lado.

La andanada de disparos fue atronadora, y antes de llegar a la cima, Pablo cayó tendido boca abajo, desplazando varias tejas. Pero los disparos continuaban... los innumerables proyectiles que entraban por la ventana taladraban las paredes y el techo. En la calle y el callejón posterior todo el mundo estaba disparando hasta vaciar los cargadores. A los hombres del Bloque de Búsqueda les llevó varios minutos darse cuenta de que ellos eran los únicos que estaban disparando, y finalmente los disparos cesaron.


El francotirador del tejado gritó: "¡Es Pablo!" y los hombres subieron a ver. El mayor Aguilar levantó el cadáver por el hombro y lo dio vuelta. La cara ancha y barbuda estaba hinchada, salpicada de sangre. Aguilar tomó la radio y habló directamente con el coronel Martínez, con tanto entusiasmo que hasta los efectivos que llenaban la calle lo pudieron oír:
-¡Viva Colombia! ¡Hemos matado a Pablo Escobar!






Sin embargo, los rumores que se filtraron del procedimiento indican que cuando Escobar escapaba por los techos huyendo del Bloque, una bala le dio en un brazo y cayó herido en el techo. Cuando Pablo yacía herido en el tejado, uno de los agentes del Bloque lo ejecutó.
"Había tanta ansiedad, que eso puede haber sido posible', dijo el coronel Oscar Naranjo, quien dirigía el servicio de inteligencia de la Policía en esa época.

La alianza entre el Cártel de Cali, Los Pepes y los organismos antinarcóticos de Colombia y Estados Unidos tuvo un precio muy alto en la lucha contra el narcotráfico. Mientras los jefes del cártel posaban como los adalides contra el narcoterrorismo, y gozaban de un relativa libertad de acción como resultado de esa alianza, sus ingresos por el tráfico de drogas aumentó escandalosamente. Cuando la guerra contra Escobar culminó, el nuevo enemigo de hoy era el aliado de ayer.

Hasta aquí, algunos detalles más de la historia de Álvaro de Jesús Agudelo, el Limón, quizás el único aliado fiel entre tanto traidor, que cuidó de Pablo Escobar hasta el día de su muerte.