martes, 22 de diciembre de 2009

¿Por qué no…?



Hoy no me siento dispuesto. Ahora solo quiero sentir el agua tibia recorrer mi agotado cuerpo, destapar la botella de tequila que hace tanto tiempo, impaciente, reclama mi atención, prender un cigarro de esos que son gordos y fuertes de sabor, y escuchar, tirado en el sillón, esa canción que he estado tarareando todo el día… ahora ya no recuerdo cómo va… ah, sí, ya la recuerdo… que buena canción.
Antes de intentar cualquier actividad que vagamente tranquilice mi galopadota ansiedad que desmorona mi (ya de por si) endeble paciencia, recapitulo mis prioridades y lo fundamental se centra en el estéreo, que tras la temblorosa influencia de mis dedos torpes por el cansancio, comienza a emitir notas tranquilas y relajantes. Pero no esta bien, quiero algo más fuerte, algo que desahogo de manea fulminante mi reprimida ira, algo que despiadadamente punce en mi cabeza y arranque de mi los más perversos y reprimidos sentimientos, algo que me haga alucinar con monstruos, que me haga divagar y me ponga en las lindes de lo malo, lo que la gente tacha de hereje y profano.
La música comienza. Y con ella el desenfreno y el mal viaje que esperaba. Me sumerjo en el rocío que emana de la oxidada regadera y dejo que intente calmar mi trepidante actitud. Pero, no. Un ruido aun mas fuerte que la poderosa emisión de decibeles del estéreo rompe mi sacro ritual y atrapa toda mi atención. Sonó como un golpe, un estallido en medio de la sala que me hace abandonar de inmediato la regadera para revisar lo ocurrido. Salgo y bajo el volumen. Reviso. No hay algo raro o fuera de lugar, pero por si se me hubiera escapado algo vuelvo a rondar minuciosamente las habitaciones en busca de quien sabe qué. Ciertamente el ruido que escuche fue my potente y no podía más que dedicarle unos minutos de mi “apacible” tarde-noche a buscar la “cosa” que rompió con mi tranquilidad.
Pero la búsqueda se torna más que difícil, ya que el vapor inunda todo a su paso. Olvide cerrar la llave del agua tras mi espontánea salida del baño y me dirijo a cerrarla. Pero “algo” corta mi paso y caigo aturdido tras golpearme la cabeza en mi viaje hacia el suelo. Estoy acostado sobre la blanda alfombra de la sala, pero… ¡no estoy solo! Siento el húmedo y maloliente tufo de “algo” rozar mi oreja. Ahora mi frente. Pero no logro ver algo. La densidad del vapor se hace cada vez mas grande. Caigo en pánico. ¿Un perro que se pudo haber colado por la puerta trasera?, ¿una broma por parte de algún (ahora) desgraciado que vino de visita, miles de opciones que viajan luminosamente por mi cabeza que se ven bruscamente truncadas por… ¿ un gemido? –me pregunto. Es la voz quebrada de una espantosa criatura demacrada y aterradora que me mira fijamente con sus vacías cuencas mientras agita trágicamente su pecho como queriendo lanzar fuera el mas tormentoso dolor, la rabia más reprimida. Los desesperados gemidos se van convirtiendo pausadamente en gritos que atormentan cada vez más mi débil temple. Y por fin un resquebrajante alarido hace mella en mis desgastados tímpanos logrando que mis manos se lancen a su rescate al bloquearlos de tan pavoroso sonido. Abro los ojos que se cerraron intempestivamente como consecuencia del escalofriante acontecimiento.
La criatura que fue capaz de someterme a tal castigo, ahora se encuentra exactamente frente a mí. Bufando y lanzando exhalaciones tan potentes… exhalaciones de ira, de rabia, como si fuera yo su peor enemigo. Tiemblo. Se lanza contra mí con una furia desenfrenada expulsando otro de sus desquiciantes alaridos. Me pierdo. No se nada más de mí…
Entre sueños y después de no se cuanto tiempote estar inconsciente, alcanzo a percibir pequeños intentos de risa acompañados de una escalofriante canción que mece mis membranas de una forma por demás horrible, es la misma voz que salía de la espantosa criatura. El sonido del agua que escapaba a raudales de la regadera que olvide cerrar ya no esta. Lo mismo el vapor que inundaba mi vista dentro de la casa.
Mi visión alcanza a recuperar su normalidad después de estar entre dormido por un rato y alcanzo a ver la silueta de la espantosa criatura sentada junto a mi y dando me la espalda, me esta tocando, no se que me hace. Trato de incorporarme, pero no puedo. Un fuerte dolor me atosiga y me doy cuenta de algo horrible… ¡me esta desmembrando! Esta cortando todo mi cuerpo en pedazos y estoy siendo testigo. No lo puedo creer… Lloro. Suplico. Lamento. Pregunto. “¿ por qué yo…?”
Tras un largo silencio y tras calcular la razón de tan atroz castigo hacia mi persona, la cabeza de aquella despiadada criatura gira hacia mi y con sus cuencas vacías me mira fijamente aniquilando mi aliento. Un pequeño esbozo de sonrisa que se convierte en una tétrica carcajada. Entre risas burlonas la criatura exclama con un hilo de voz “¿Por qué no…?”

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